Sin embargo, esta fiesta se lleva a cabo muy cerca del cambio de estación de primavera a verano, es decir, el Solsticio de Verano, que en el hemisferio norte ocurre entre el 20 y 21 de junio. Esa fecha, sería el día más largo del año y la noche más corta. La llegada del Solsticio de Verano, para los pueblos en la antiguedad era una de celebración, en especial, por las buenas cosechas y la fertilidad de la tierra. Se daban cuenta de que en ciertos días del año, el sol reducía su radiación y para esas fechas era todo lo contrario. En agradecimiento, la noche del 23 al 24 de junio, se celebraban rituales, como lo era el encedido de una fogota, por lo cual, practicaban danzas alrededor de la misma en honor por lo productivo de los pasados seis meses. También se ha vinculado la fiesta a rendir tributo al sol. Los antepasados europeos, y de otras latitudes, eran muy observadores de los movimientos de la naturaleza. Comprendieron los cambios de esta, llegando incluso a nombrar dichos eventos de la naturaleza, designando las épocas del año en: invierno, primavera, verano y otoño, las cuatro estaciones de tres meses cada una. Tanto en la antiguedad como en la Edad Media, la celebración formó parte de las tradiciones y rituales de los habitantes. Los pueblos Celtas, entre otros, celebraban el mismo con eventos y celebraciones en forma de agradecimiento también. Los romanos, adoptaron las festividades, pero en honor a la diosa Minerva, haciendo uso del fuego y las llamas con el propósito de purificación, o al menos, para dirigirse hacia la guerra y tener éxito en estas.
Posteriormente, los romanos acogieron esta festividad de otra manera; dejó de ser una fiesta pagana para convertirse en una festividad religiosa cristiana que, como expliqué más arriba, se convirtió en la celebración del santo San Juan Bautista. Recordemos que para el siglo IV de nuestra era el Imperio Romano acogió el cristianismo, esto durante el reinado del emperador Constantino.
Para los puertorriqueños, la Noche de San Juan, es una noche también de celebración, por lo que se celebra en la playa, dándose un buen chapuzón 12 veces de espalda en las aguas bien sea del Atlántico o del Mar Caribe, o también, en algún río o piscina. Una celebración que para algunos esperan que les traiga suerte en los meses venideros.
Puerto Rico acogió esta celebración vía España. Allá en la península Ibérica, se celebra ese día de distintas maneras, bien sea teniendo un carácter religioso o de celebración estival. No obstante, en Puerto Rico también la celebración tiene su carácter religioso, ya que la capital de la Isla se le conoce como San Juan Bautista.
Ahora bien, veamos como se relaciona esta celebración con nuestra historia en Puerto Rico. En el año 1493, don Cristóbal Colón, en su segundo viaje, llegó a una Isla que le daría el nombre de San Juan Bautista; de hecho, en la carta que el Almirante enviara a los reyes en el año 1494, este le señalaba que había llegado a una Isla que le pareció hermosa y que nombró, precisamente, con el nombre de "Sant Juan Baptista". Fue ahí que comenzó la relación con los europeos peninsulares y, por consiguiente, el traslado a la Isla de sus costumbres y tradiciones.
No fue hasta el año 1509, cuando Juan Ponce de León, comenzaría de manera oficial el proceso de exploración, colonización y conquista de la isla de San Juan Bautista, después del fallido intento de Vicente Yáñez Pinzón, a quien se le había otorgado unas capitulaciones en 1505 para realizar el proceso de exploración de la isla. En 1520, en una carta que cursara al emperador Carlos V, el vasallo del rey, don Baltasar de Castro, este le informaba que la ciudad (que hasta ese momento estaba en el poblado llamado de Caparra) se mudaría a otro lugar más seguro y que podría defenderse de los ataques de los temidos Caribes que asechaban las costas de la Isla y que se internaban en su interior también. Decía el vasallo del rey, en una breve descripción del lugar que "... está en el puerto donde surgen los navíos, muy buen asiento: creemos que por lo saludable... á propósito para la construcción de, se poblará mucho mas que estaba." El redactor de la carta se refería precisamente a la isleta que llamarían, posteriormente, San Juan Bautista, que hoy día es la sede del Gobierno Municipal de la Capital y de la gobernación de la isla de Puerto Rico.
Es muy probable, que los primeros europeos en llegar a la isla de San Juan Bautista en el siglo XVI, celebraran las festividades del santo patrón. No fue hasta que nuestra historiografía del siglo XVIII, comenzó a recoger las celebraciones de la fiesta patronal dedicado a este santo, en especial en la ciudad de San Juan. Durante el siglo XVIII, especificamente en la década de 1770 de ese siglo, llegó a la Isla el fraile de la órden de los benedictinos, Fray Iñigo Abbad y Lasierra, con el propósito de servir como secretario del Obispo en ese momento.
Este identificado con las ideas de la ilustración europea, comenzó a observar a los habitantes, y a tomar notas sobre lo vivido en su estancia en Puerto Rico. En lo que se ha considerado nuestro primer libro de historia puertorriqueña titulado: Historia geográfica, civil y natural de la isla de San Juan Bautista de Puerto Rico, este dedica en su capítulo XXXI del mismo, varios párrafos para destacar las festividades de San Juan Bautista. En ella, el autor narra con lujo de detalles como se manifestaban los vecinos de San Juan durante la celebración de su fiesta patronal. Por su narración nos deja establecido que tanto las autoridades de gobierno y el eclesiástico, así como los ciudadanos celebraban el mismo; en el caso de los primeros dos, eran solemnes, mientras que el populacho lo hacía de una manera peculiar. A diferencia de los antiguos pueblos en Europa, los del Asia Menor, y en otros lugares, en la isla de Puerto Rico tal vez no se encendían fogatas para dar culto a lo que fue un buen año de buenas cosechas, o para celebrar que el Solsticio de Verano, sino más bien, la gente salía de sus casas luciendo sus mejores galas para la ocasión. Veamos como lo narra Abbad y Lasierra:
"Las fiestas principales las celebran también con corridas de caballos, á que son tan propensos como diestros. Nadie pierde esta diversión: hasta las niñas más tiernas no pueden tenerse, las lleva algunos sentadas en el arzón de la silla de su caballo. En cada pueblo hay fiestas señaladas para correr los días más solemnes. En la Capital, son los de San Juan, San Pedro y San Mateo. La víspera de San Juan al amanecer entra gran multitud de corredores que vienen de los pueblos de la isla á lucir sus caballos: cuando dan las doce del día salen de las casas hombres y mujeres de todas edades y clases montados en sus caballos enjaezados con toda la mayor ostentación á que puede arribar cada uno. Son muchos los que llevan las sillas, mantillas y tapafundas de terciopelo bordado ó galoneado de oro, mosquiteros de lo mismo, frenos, estribos y espuelas de plata: algunos añaden pretales cubiertos de cascabeles del mismo metal. Los que no tienen caudal para tanto cubren sus caballos de variedad de cintas, haciéndoles crines, colas y jaeces de este género adornándolos con todo el primor y gusto que pueden, sin detenerse en empeñar ó vender lo mejor de su casa para lucir en la corrida.
"Esta no tiene órden ni disposición alguna: luego que dan las doce de la víspera de San Juan salen por aquellas calles con sus caballos, que son muy veloces y de una marcha muy cómoda. Corren en pelotones, que por lo común son de los amigos ó parientes de una familia; dan vueltas por toda la ciudad sin parar ni descansar en toda la noche, hasta que los caballos se rinden. Entonces toman otros y continúan su corrida con tanta vehemencia, que parece un pueblo desatado y frenético, que corre por todas partes."
En cuanto a la celebración por parte de la oficialidad del estado y eclesiástico, Abbad y Lasierra, señalaba en su libro que a eso de las nueve de la mañana- del día del santo patrón- tanto los funcionarios del cabildo de San Juan, la guarnición militar representadas por sus dos compañías de milicias y presididos por el Gobernador, paseaban en sus caballos luciendo "... las galas, palafrenes, jaeces...", etc..., y que dirigiéndose hacia la Catedral de San Juan escuchaban misa; una vez concluida la misma, y los funcionarios regresaban a sus respectivas oficinas regresaría la fiesta que, según el autor, el pueblo "... con toda la ostentación posible, sin que por este acto tan circunspecto y magnífico se suspendan en las otras calles las carreras, voces y zambra con que las gentes desahogan su extremado regocijo ó loca pasión, que reina aquel día." La celebración duraría hasta bien entrada la noche.
El historiador Arturo Morales Carrión en su libro: Historia del Pueblo de Puerto Rico: Desde sus orígenes hasta el siglo XVIII, hace una observación interesante partiendo de la lectura de Abbad y Lasierra. Este señalaba en su obra y, haciendo una recreación de esta festividad en San Juan de Puerto Rico, que "Llénanse las calles y plazas de los corredores al galope. Hay curiosos en puertas y balcones y hasta en los techos y azoteas. Por todas partes cunden el bullicio, las risas, las provocaciones..." A finales del siglo XVIII, el visitante francés André Piérre Ledrú en 1797, había descrito esta celebración en San Juan en su libro Viaje a la isla de San Juan. La fiesta que cuenta este testigo, suponía una de gran celebración carnavalesco, y no era para menos, semanas antes habían logrado- los puertorriqueños- la victoria frente a los ingleses en la célebre invasión inglesa en que el almirante, Sir Ralph Abercrombie, fue derrotado en sus intensiones de convertir a Puerto Rico en parte del imperio inglés.
El también historiador Angel López Cantos, nos cuenta en su libro Los puertorriqueños: mentalidad y actitudes (siglo XVIII), que dicha celebración en el año 1707, había sido prohibido por el obispo Urtiaga, exponiendo que el año anterior había sido una fiesta desenfrenada con hombres y mujeres enmascarados corriendo a caballo por San Juan dando paso a cometer "...gravísimos pecados... [y] ...gravísimos perjuicios de las honras..." No hay duda que los pueblos celebran sus festividades de distintas maneras es la tradición que perdura y está presente. Aunque ya no se celebra la fiesta de San Juan Bautista a la manera del siglo XVIII, si se han adoptado otras formas de celebrar el mismo.
El historiador Arturo Morales Carrión en su libro: Historia del Pueblo de Puerto Rico: Desde sus orígenes hasta el siglo XVIII, hace una observación interesante partiendo de la lectura de Abbad y Lasierra. Este señalaba en su obra y, haciendo una recreación de esta festividad en San Juan de Puerto Rico, que "Llénanse las calles y plazas de los corredores al galope. Hay curiosos en puertas y balcones y hasta en los techos y azoteas. Por todas partes cunden el bullicio, las risas, las provocaciones..." A finales del siglo XVIII, el visitante francés André Piérre Ledrú en 1797, había descrito esta celebración en San Juan en su libro Viaje a la isla de San Juan. La fiesta que cuenta este testigo, suponía una de gran celebración carnavalesco, y no era para menos, semanas antes habían logrado- los puertorriqueños- la victoria frente a los ingleses en la célebre invasión inglesa en que el almirante, Sir Ralph Abercrombie, fue derrotado en sus intensiones de convertir a Puerto Rico en parte del imperio inglés.
El también historiador Angel López Cantos, nos cuenta en su libro Los puertorriqueños: mentalidad y actitudes (siglo XVIII), que dicha celebración en el año 1707, había sido prohibido por el obispo Urtiaga, exponiendo que el año anterior había sido una fiesta desenfrenada con hombres y mujeres enmascarados corriendo a caballo por San Juan dando paso a cometer "...gravísimos pecados... [y] ...gravísimos perjuicios de las honras..." No hay duda que los pueblos celebran sus festividades de distintas maneras es la tradición que perdura y está presente. Aunque ya no se celebra la fiesta de San Juan Bautista a la manera del siglo XVIII, si se han adoptado otras formas de celebrar el mismo.
Ciertamente la historia de la celebración de la tradicional fiesta de Noche de San Juan Bautista en Puerto Rico, se celebraba en aquel siglo XVIII de forma solemne, pero que a la misma vez, los sanjuaneros se divertían en grande, luciéndose en sus caballos. El equino era el medio que utilizaban para visitar sus hatos o estancias allá en el campo, como le decían al resto de la Isla. Esta es parte de la historia de esta celebración en la isla de Puerto Rico.