domingo, 10 de julio de 2022

Los treinta años de la Zona Histórica de Guayama

        El 10 de julio de 1992, hace hoy treinta años, la Junta de Planificación de Puerto Rico, aprobó la Resolución JP- H- 4, proclamando la Zona Histórica de Guayama.  Esta designaba la zona que sería protegida en el centro urbano histórico de la ciudad.  De acuerdo a las leyes y reglamentos pertinentes, se debía pasar por una serie de requisitos para tal denominación.  La idea de desarrollar una Zona Histórica en Guayama, surgió de los trabajos académicos de la arquitecta, Diana Luna Serbiá, quien entonces, presentó el proyecto al alcalde de Guayama, Héctor Luis Colón Mendoza.  Todos estos trámites, comenzaron a andar gracias a la aprobación de la Ordenanza Municipal 41 del 29 de abril de 1988. 

       El estilo urbanístico de la ciudad de Guayama, tal y como lo conocemos hoy, es único en todo Puerto Rico.  La ciudad moderna que conocemos, se concibió hace más de un siglo y medio, luego de que un voraz incendio ocurrido el día 11 de abril de 1832, destruyera gran parte de la antigua ciudad hasta ese momento.  El incendio acabó con 57 casas y 9 bohíos, dejando unas pérdidas materiales que se calculó en aquel momento en más de 80,599 pesos.[1]  Fueron residencias de familias y pequeños chinchorros que sufrieron aquella vorágine, que comenzó en una casa propiedad de don Francisco A. Ortiz, y que los vientos que soplaban en dirección sureste, se extendió rápidamente hacia diversos lugares de aquel pequeño centro urbano para el año 1832.

        


        

        De aquella experiencia, nada agradable, los vecinos de la ciudad en unión a las autoridades municipales, decidieron llevar a cabo el proceso de reconstruir la ciudad.  Sin embargo, suponemos que aquella reconstrucción, tendría como objetivo el evitar que situaciones como las del 11 de abril de 1832, se volviera a repetir.  Tomaron las medidas necesarias, siguiendo las previsiones y el buen juicio para llevar a cabo tal labor reconstructiva de la ciudad. 

        Cabe destacar un dato que de por si es interesante; apenas cinco años antes, en 1827, el Cabildo Municipal de Guayama, acordaba en una de sus sesiones legislativas, el dotar a la ciudad de un nuevo templo para el culto católico, que sustituyera la ermita que, según el cabildo, se encontraba en ruinas.[2]  No fue hasta el año de 1830 cuando se firmaron los contratos con el arquitecto Tomás Quingle, para dar inicio a las obras de construcción que, según sabemos, tardaron más de cuarenta años en completarse tal y como lo conocemos en el día de hoy.[3]

        Traigo este detalle de la construcción del templo parroquial, con el propósito de ilustrar el interés de los regidores municipales en dotar a la ciudad de un moderno edificio para el culto católico.  Sucedió, pues, lo del incendio de 1832, y se tomó la decisión de planificar la ciudad.  En mi libro Historia de una ciudad: Guayama, 1898- 1930, sostengo que aquella planificación de la ciudad de Guayama, en la década del 30 del siglo XIX, se tomaron en consideración varios factores que eran necesarios al momento de llevar a cabo la misma.  Entre estas destaco en mi libro las regulaciones que había establecido la Corona Española en las Leyes de Indias, específicamente la Ordenanza de Población de 1573, donde en su Libro IV, Título 7, las leyes IX, X y XII, señalaba el trazado de las nuevas ciudades que estaban siendo pobladas en el tiempo de la colonización española en los territorios de América.  Aquella Ordenanza de 1573, disponía que en el caso de la Plaza Mayor (plaza pública o recreo) debería ser en "quadros, prolongada… y que las quatro esquinas (lados) mire a los quatro vientos principales."[4] 

        No obstante, como nos señala el ensayo titulado “Los orígenes del modelo urbano en Hispanoamérica”, en la Agenda Cultural 2017: Los bienes culturales y ambientales de Puerto Rico, en la tradición occidental encontramos tanto a los griegos como a los romanos siendo los originadores de un trazado urbano que respondía a las necesidades particulares de organizar la ciudad, por parte de los griegos, y de darle una capacidad mucho más accesible y cómoda a los campamentos militares por parte de los romanos.  Ambas culturas desarrollaron el concepto urbanístico girando alrededor de sus instituciones fundamentales como lo era: el foro, los templos, la curia y la basílica.[5]  Ese trazado sirvió de ejemplo a las sociedades occidentales subsiguientes en la planificación de sus ciudades.

        Aunque la planificación del centro urbano de Guayama corresponde al siglo XIX, ciertamente, la ciudad se planificó siguiendo aquellas disposiciones de las Leyes de Indias; más aún, hicieron de Guayama una de las ciudades mejor planificadas de Puerto Rico.  La "cuadrícula", o como le llamo también el "tablero de ajedrez", es hoy día la más espectacular que tenga una ciudad en Puerto Rico.  Si hacemos un viaje imaginario por esa cuadrícula, de norte a sur y de este a oeste, podemos darnos cuenta de aquel celo y cuidado que tuvieron los administradores municipales de los siglos XIX y XX en mantener la misma.

        De hecho, la cuadrícula que representa la ciudad, se diseñó tomando como punto de referencia tanto la Iglesia como la Plaza.  De acuerdo al arquitecto Marvin S. Marvel, en su libro Arquitectura de templos parroquiales en Puerto Rico, señala que muchos de:

Los pueblos de Puerto Rico reflejan el esquema básico establecido en aquellas leyes de Indias que son sus calles rectas que forman manzanas (bloques) rectangulares, una de las cuales se destinaba para la plaza.  Alrededor de esta plaza se dispone los edificios públicos de mayor importancia, como lo era la alcaldía, la iglesia, así como el mercado.  Esta área funciona como el corazón del pueblo, reuniendo así actividades religiosas y seculares de sus vecinos.[6]

 

        De hecho, tratadistas italianos del siglo XVI, señalaban la importancia de que la Iglesia se mantuviera aislada del resto de los edificios públicos en aquel trazado, y, que, a la misma vez, fuese elevada, de tal manera, que el edificio fuese el que sobresaliera al resto de las estructuras y de la propia plaza.[7]  Si vemos el caso de la Iglesia de Guayama, esta sobresale al resto de las estructuras que sitan en la ciudad.  Por lo menos, su cúpula y sus torres, son visibles a la distancia desde cualquier punto de entrada a la ciudad.  Al mismo tiempo que el ábside se construyó mirando hacia el este y su entrada principal al oeste.[8]

        Si observamos la cuadrícula podemos darnos cuenta de lo meticuloso que fueron las autoridades municipales en la planificación de la ciudad en el siglo XIX.  Partiendo de la Iglesia y la plaza hacia el oeste y los cuadrantes sur y norte podemos observar que se forma una cruz que se sostiene por el cuadrante suroeste.  Todas las manzanas paralelas desde la plaza e iglesia hacia el oeste tienen la misma dimensión, al igual que hacia los cuadrantes norte y sur de la plaza e iglesia.  Solamente rompe el esquema de la cuadrícula la parte oriental, donde hoy día se levanta un residencial público.  El resto de las cuadrículas hacia el noroeste, suroeste y sureste de la ciudad tienen también las mismas dimensiones, pero más pequeñas.

        No es de extrañarnos que los funcionarios municipales, después del fuego de 1832, hayan realizado aquella planificación tomando como base, además, la prosperidad económica que experimentó la ciudad durante el siglo XIX.  También debemos añadir el aumento poblacional que acompañó aquella prosperidad, y que necesitaban darle el espacio necesario para aquellos habitantes en pleno crecimiento.  En mi libro, en su capítulo primero, sostengo la gran cantidad de haciendas azucareras que se establecieron en la ciudad luego de la promulgación de la Real Cédula de Gracias de 1815.  Aquel decreto del rey Fernando VII, propició en la Isla un desarrollo económico y social sin precedentes hasta ese momento.  Muchos intereses europeos y caribeños llegaron a nuestras playas e invirtieron su capital; la ciudad de Guayama fue uno de esos lugares donde franceses, corsos, catalanes, canarios, y de otras naciones amigas de España, llegaron a establecerse.  Es muy probable que nuestra cuadrícula se haya nutrido precisamente de la experiencia de aquellos que hicieron de Guayama su lugar de convivencia.

        De ahí, es que podemos establecer que la relación con la cultura europea nos trajo la magnífica arquitectura de muchas estructuras en la ciudad y que hoy día permanece con nosotros.  Elementos neoclásicos, así como neogóticos son los que perduran en muchas de estas edificaciones.  Como si fuera poco, esa arquitectura tradicional importada de Europa, se combina con una arquitectura propiamente criolla, es decir, local, que hacen de muchas de esas estructuras agradables a la vista.  Tenemos que imaginarnos a los constructores guayameses (los de pueblo) de aquellos siglos XIX y XX que hacían las veces de arquitectos e ingenieros, ingeniándoselas construyendo estructuras que resaltarían a la vista y que fuese de buen gusto.      

        De aquella experiencia es que se fueron desarrollando en Guayama una cultura urbanística única en todo Puerto Rico.  Esa cultura en el entorno urbano, se desarrolló precisamente en la interacción de los actores principales en todo ese conjunto: estos son la gente.  En esa cuadrícula única en Puerto Rico convivieron obreros, artesanos, militares, comerciantes, profesionales, funcionarios municipales y del estado, que fueron conformando y ocupando los ejidos municipales en este espacio urbano.  Las grandes casas comerciales, tanto de finales del siglo XIX, como las establecidas en las primeras décadas del siglo XX, así como pequeños y medianos comercios, las escuelas públicas y privadas, la burocracia gubernamental, y los profesionales como los contables, los abogados, los médicos, entre otros, fueron dejando sus huellas en la misma.  De igual forma, los habitantes, a los que en varias décadas de legislación local municipal se les fueron adjudicando los ejidos municipales, fueron moldeando sus estructuras de acuerdo al tiempo y los estilos arquitectónicos prevalecientes.  Por eso se ve tanta diversidad en los estilos aquí en Guayama.  Hay que recordar las gestas históricas que se dieron en aquella cuadrícula y que hoy recogemos en nuestra historia.  Gestas históricas como las huelgas obreras, las asambleas políticas de los partidos políticos de finales del siglo XIX y principios del XX, los días de reclusión de Muñoz Rivera y otros en las cárceles municipales en los tiempos de los compontes, entre otros eventos que se recuerdan en esa cuadrícula y que son parte de la memoria colectiva de esta ciudad.  Contamos en esa cuadrícula con edificios más que centenarios y que se preservan muchos de estos en su estado original, o muchos han tenido que ser alterados con el pasar del tiempo, pero que, en esencia, mantienen la elegancia de entonces.  Casas que podemos identificar si pertenecía a un obrero, o de algún comerciante, o de un profesional privado o de gobierno.  A esto debemos añadirle los edificios que fueron dedicados a teatros que abundaban en la ciudad como lo fueron el Bernardini, Campoamor, el Primavera y el antes Calimano hoy Teatro Guayama, así como los edificios que albergaron en su momento algunas casas comerciales que le dieron vida económica y social a esta ciudad.

        Los tiempos cambian, al igual que las generaciones desaparecen y son sustituidas por las nuevas y así sucesivamente completando un ciclo histórico.  No obstante, la riqueza arquitectónica de Guayama, a pesar de los cambios generacionales, ha permanecido casi intacta.  Excepto en la cuadrícula, como mencioné antes, en el cuadrante este de la ciudad, que rompió el patrón hacia la década del 50 del siglo pasado, es ejemplo de que las generaciones han reconocido la importancia que tiene para el paisaje y la historia el preservar estos edificios para el disfrute de las siguientes generaciones.

        En el 1955, al establecerse mediante ley el Instituto de Cultura Puertorriqueña, la Asamblea Legislativa de Puerto Rico encomendó a dicha entidad, el iniciar un proyecto de rescate, preservación y conservación de estructuras y monumentos considerados históricos, y, de paso, la conservación de zonas de gran valor cultural e histórico en nuestra Isla.  De hecho, hacia el año 1949, la Asamblea Legislativa había aprobado la Ley 374 del 14 de mayo de 1949,[9] donde encomendó a la Junta de Planificación el adoptar el concepto de Zonas Antiguas o Históricas con el propósito de conservarlas y preservarlas para el bien común de la ciudadanía.

        Aquella política pública dispuesto en la Ley 374, ha rendido frutos en la designación de lugares y zonas consideradas como históricas.  Los primeros esfuerzos se dieron en San Juan; posteriormente, municipios como Manatí y Ponce; y hace treinta años la de Guayama, declarándose como tal su Zona Histórica el 10 de julio de 1992.  La Junta de Planificación con la asesoría del Instituto de Cultura Puertorriqueña, adoptó la Resolución JP- H- 4, que declaró la Zona Histórica de Guayama, siendo hoy la Zona Histórica de mayor cobertura entre las designadas en la Isla.[10]  Esto tuvo un propósito.  Y es el ambiente en que se desarrolló nuestra arquitectura y por el rico valor histórico y cultural que tiene la zona para nuestro patrimonio.

        La Junta de Planificación definió en la Resolución antes mencionada, los propósitos que habrían de regir el mismo.  Entre estos destaca el documento, el deber de:

Proteger, mejorar y perpetuar aquellos sitios o zonas históricas que representen o reflejan la historia social, económica, política o arquitectónica…[11]

 

            Además, de:

 

Proteger los sitios o zonas históricas para el desarrollo cultural y del turismo, el disfrute y bienestar de la comunidad y para la investigación y educación.[12]

       Ciertamente, desde el punto de vista histórico y arquitectónico, la Zona Histórica de Guayama cumple con todos los criterios especificados por la Junta de Planificación a tenor con la Ley 374 de 14 de mayo de 1949.  La actividad humana y su impacto en la zona siempre se han dejado sentir por generaciones.  De acuerdo a la Ley 374 de 14 de mayo de 1949, se define una Zona Histórica como aquella dentro de la cual los edificios, estructuras, pertenencias y lugares son de básica y vital importancia para el desarrollo cultural y del turismo, por la asociación de los mismos con la historia; por su peculiar estilo colonial español, incluyendo color, forma y detalles arquitectónicos.[13]

        En Puerto Rico, afortunadamente, contamos con esa ley antes mencionada desde 1949.  Sin embargo, años más tarde, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, Ciencias y Cultura conocida como UNESCO, ha reconocido en múltiples instancias desde 1954, la importancia que tiene para la humanidad la preservación de los bienes culturales y patrimoniales de un pueblo.  Dentro de la definición de bienes culturales que nos brinda la UNESCO desde ese año, cabe destacar que son aquellos que satisface las necesidades culturales inherentes a los seres humanos, sean esta necesidad de conocimiento, deseo de belleza, entre otras expresiones que anima al ser humano a sentir y a estar en comunión con aquello que le rodea, según nos señala en la Introducción de la Agenda Cultural 2016: Los bienes culturales y paisajísticos de Puerto Rico. [14]  La preservación del patrimonio histórico edificado es parte de la memoria histórica de un pueblo.[15]  De ahí, es que reside la importancia de mantener y proteger nuestro patrimonio histórico- edificado que representa nuestra cuadrícula perfecta en esta ciudad de Guayama.

        En efecto, la Asamblea Municipal de Guayama, había reconocido en la Ordenanza Municipal Número 41 del 29 de abril de 1988, la necesidad de “… defender, proteger, conservar y valorizar nuestro patrimonio cultural, de manera que, las generaciones presente y futuras y satisfechas por el legado cultural conservado y heredado por las generaciones pasadas.”[16]  En esa misma Ordenanza Número 41 de la Asamblea Municipal de Guayama, establece la necesidad de evitar que los “… actos depredatorios dañen y disminuyan nuestros valores culturales, arqueológicos, arquitectónicos, artísticos… que son parte importante para nuestra identidad y personalidad histórica como pueblo.”[17]

        Esta expresión contenida en la Ordenanza 41 de 29 de abril de 1988, de la Asamblea Municipal de Guayama, es el reflejo de lo que debe ser nuestra lucha por preservar nuestros bienes culturales como parte del entorno que representa esa cuadrícula guayamesa.

        Esta ciudad se ha representado a lo largo de sus 286 años de historia, parte de ellos a través de esa cuadrícula.  Sus 2,386[18] edificaciones, en diferentes estilos, tamaños, colores, entre otras facetas que dan una ambientación diferente a la ciudad, hacen de nuestra cuadrícula perfecta la más admirada y apreciada tanto en Puerto Rico como fuera también.  Aquellos que visitan nuestra ciudad, la encuentran encantadora, digna de emular por otras ciudades.  A través de ella, nos podemos reflejar como pueblo en valores y dignidades propias de ciudad.  Es creación de generaciones anteriores a la nuestra y corresponde a nosotros luchar por su conservación como lo hacen ciudades y países europeos, como, por ejemplo, en Italia que manifiesta un celo particular por lo que representa la historia de su región mediterránea.  Allá se manifiesta un vínculo particular con su historia y lo que representa ese pasado para aquella nación.  Sus bienes culturales, ambientales, paisajísticos y otros, son parte indispensables que se mueve y genera una economía teniendo esos espacios como elementos indispensables en su ambientación.

        Desde el punto de vista de la historia, y como historiador concentrado hasta ahora en temas históricos de esta ciudad, puedo decirles que tenemos un gran reto, pero a la misma vez, una oportunidad para demostrar nuestras capacidades como pueblo en la preservación de estos espacios históricos- culturales, que debemos aprovechar al máximo y generar una economía propia. 

        Es por ello, que los administradores municipales de hace 185 años, los de hace exactamente 45 años y los de hace 30 años, demostraron la capacidad y entereza necesaria para mantener lo que hoy día disfrutamos en esta cuadrícula perfecta, que es patrimonio y bien cultural de esta ciudad, como lo define la UNESCO.  Nuestra Zona Histórica tiene los espacios arquitectónicos más hermosos de todo Puerto Rico y diría también de todo el Caribe; tenemos el trazado urbano más perfecto de todo Puerto Rico y el Caribe; tenemos la historia, costumbres y tradiciones siendo una de las más ricas de todo Puerto Rico y el Caribe; toca a instituciones como esta el promover la educación a la comunidad sobre el rico patrimonio y bien cultural que posee esta cuadrícula perfecta representada en su Zona Histórica.

 

 Referencias:                                                                                  


[1] Luis Felipe Dessús, El álbum de Guayama. (San Juan, Puerto Rico: Tipografía Cantero Fernández y Cía, 1918), p. 17.

[2] Thomas S. Marvel y María Luisa Moreno, La arquitectura de templos parroquiales en Puerto Rico. 2da edición. (San Juan, Puerto Rico: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1994), p. 98.

[3] Ibid.

[4] Alexis O. Tirado Rivera, Historia de una ciudad: Guayama, 1898- 1930. (Caguas, Puerto Rico: Ediciones Bayoán, 2014), p. 11.

[5] “Los orígenes del modelo urbano en Hispanoamérica.” Agenda Cultural 2017: Los bienes culturales y ambientales de Puerto Rico. (Caguas, Puerto Rico: Ediciones Bayoán Arte y Cultura, 2017), s.p.

[6] Marvel, op. cit., p. 31.

[7] Ibid., p. 32.

[8] Ibid.

[9] Véase el Proyecto del Senado 509 del 25 de marzo de 1949; proyecto de ley que se convirtió en la Ley 374 del 14 de mayo de 1949.  En: Actas del Senado de Puerto Rico, 1949.  Disponible en la Biblioteca Legislativa de la Asamblea Legislativa de Puerto Rico.

[10] Resolución JP- H- 4 de la Junta de Planificación de Puerto Rico del 10 de julio de 1992.

[11] Ibid, p. 1.

[12] Ibid.

[13] Ley 374 de 14 de mayo de 1949, op. cit., p. 3.

[14] Agenda Cultural 2016: Los bienes culturales y paisajísticos de Puerto Rico. (Caguas, Puerto Rico: Ediciones Bayoán Arte y Cultura, 2016), s.p.

[15] Ibid.

[16] Asamblea Municipal de Guayama. “Ordenanza Municipal Número 41”, del 29 de abril de 1988, p. 1.

[17] Ibid.

[18] “Llenos de historia 5,387 edificaciones.” El Nuevo Día, 2 de junio de 2003, p. 18.

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